MIEDO AL CAMBIO






EL MIEDO AL CAMBIO

POR AURELIO NICOLELLA

Un análisis profundo del presente de la Sociedad Argentina

Remedios de Escalada – Buenos Aires

A modo de introducción

La verdad no es dolorosa.

La verdad sólo es dolorosa cuando no se la quiere asumir, cuando no se la quiere comprender, cuando no se la quiere escuchar. Pero puede ser buena cuando se la asume con autocrítica y valor, cuando se la conoce para dejar de ser ignorante.

La verdad es buena cuando con ella se puede llegar a comprender los errores y así tratar de solucionarlos.

Si no tiene sentido de ser, es mejor vivir ignorante, alejado de la verdad. Porque el ignorante, en fin, es feliz dentro de su ignorancia; no conoce, no comprende, no le interesa. En cambio, el conocimiento provoca sufrimiento, padecimiento y dolor, porque conocimiento es sinónimo de verdad.

Entonces en una sociedad es necesario el conocimiento de la verdad. Cuando los integrantes de esa sociedad tienen acceso a ese conocimiento, a esa verdad, pueden comprender sus errores, sus desaciertos, sus padecimientos, y por ende se podrá ver si dicha sociedad madura o no sobre dicho conocimiento, sobre dicha verdad, a fin de cambiarse, transformarse, de proyectarse en el tiempo, de evitar, en síntesis, la autodestrucción a la que puede estar condenada.

Este libro trata precisamente de desentrañar un poco ese conocimiento, esa verdad, desde adentro, desde la misma raíz de la sociedad.

El único fin que se persigue es el de conocer y comprender las actitudes de una sociedad, que hoy se encuentra estancada, sin ver luz alguna que pueda guiar su camino, sin esperanzas, sin compromisos.

El conocimiento y la verdad hacen que el camino exista. Pero como dijimos, la verdad puede ser dolorosa, molesta, irritante cuando nos toca directamente; solo la madurez permite comprenderla, analizarla y estudiarla.

A la verdad se la puede desconocer, se la puede distorsionar en provecho propio, se la puede ignorar; pero una sola cosa no se puede hacer con ella: ocultarla. Está siempre allí, latente, se vea o no se vea, será verdad al fin, será la realidad que se vive.

De la sociedad argentina

Varias preguntas uno se puede hacer al pretender estudiarla o comentarla como ¿es la sociedad argentina compleja? Si, es muy compleja, ¿que la sociedad argentina no permite que se la analice? Si, es verdad, ¿que la sociedad argentina es enredada? Si, es igualmente cierto.

A la sociedad argentina jamás se la quiere analizar francamente, ya sea por temor o duda a lo que se pueda develar.

Se debe analizar una sociedad que ha dado numerosos premios Nobel, que ha contribuido al desenvolvimiento del mundo científico, literario, jurídico y político. Pero también se debe analizar una sociedad contradictoria que ha aspaventado al mundo, entre otras cosas, con la exterminación en el siglo XIX del aborigen nativo de estas tierras; con las luchas políticas intestinas como alzamientos y golpes militares, revoluciones siempre inconclusas y luchas fraticidas, por una guerra sucia en la década del setenta del siglo pasado; por la desaparición forzosa de personas, mejor dicho de ciudadanos de esta misma sociedad, por el sólo pecado de pensar distinto o disentir con el gobierno o tirano de turno; una sociedad que asistió a un conflicto bélico contra una potencia extranjera pensando que iba a un carnaval en vez de una guerra; a los atentados más importantes que jamás se hubieran cometido en el propio seno de una sociedad y que aún hoy, después de tantos años, han quedado impunes y en la nebulosa.

Una sociedad que no encuentra su rumbo, no porque se lo impidan fuerzas externas, sino por su exclusiva culpa, por “sus” fuerzas internas. Es bueno entonces investigarla, analizarla. Y es además apasionante, porque es atípica y no encaja en ningún modelo conocido de las sociedades existentes en este planeta.

Una sociedad que por su auto-indiferencia ha permitido la eliminación de treinta mil almas. Que se rasga las vestiduras diciendo “este es el mejor país del mundo” y por otro lado se escucha decir “este es un país de mierda”; o cuando se suele escuchar “como en este país no se come en ningún lado”, pero al enfrentarnos con la verdad nos enteramos que el treinta por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza con sus necesidades básicas insatisfechas, sin hablar de la desnutrición infantil que esta a la orden del día, todo lo cual genera un futuro incierto e impredecible para el que otrora fuera “el granero del mundo”.

A veces nos duele escuchar cuando alguien dice “nacer argentino fue un accidente”; entonces nos preguntamos si una sociedad en la que surgen estos comentarios es una sociedad sana. Porque solamente quien no está en su sano juicio puede emitir dichos así.
La Sociedad Argentina hoy se halla al borde de la desintegración como tal. Sus valores morales y éticos se encuentran totalmente fracturados y en franca decadencia. La solidaridad como característica natural de toda sociedad se encuentra totalmente olvidada.

La pregunta que ahora se formularía uno, es si se puede escribir esa verdad.

Aunque lo que todos anhelamos es saber si esa verdad se puede cambiar, y es allí donde debemos apuntar, en el cambio.

Para todo hay una solución, aunque la sociedad argentina esté en los umbrales de su descomposición. Nunca es tarde, pero nadie puede dudar que es un reto grande, un esfuerzo titánico y una lucha continua. Una disputa salvaje contra los sectores que, colmados de avaricia, no quieren perder sus privilegios, y que tienen justamente miedo al cambio.

Pero existe una “Argentina silenciosa”, la que no tiene miedo al cambio. La Argentina que trabaja, la Argentina del obrero que se sube al ómnibus cada mañana para realizar su labor de la mejor forma posible por un sueldo que ni siquiera le alcanza para comer todos los días; la del maestro, que con un magro sueldo lucha por enseñar cada día un poco más a sus alumnos; la del policía que cumple con su deber mientras ve a sus compañeros y superiores realizar oscuros negocios, denigrando la profesión; la del empresario, que pese a todo sigue apostando a este su país; la del médico, que no posee los mínimos elementos para curar y sí muchas posibilidades de emigrar, sin embargo se queda a cumplir con su magisterio; la del jubilado, que pasó toda su vida trabajando día a día y aún no recibe su recompensa, pero igualmente no se da por vencido y apuesta a un futuro mejor.

Ellos son la Argentina silenciosa, la Argentina que no le teme al Cambio. Al contrario, lo esperan, como la amada espera a su amante, como la madre espera que su hijo vuelva de la guerra. Saben que tarde o temprano el cambio se producirá, el cambio llegará.

A ellos, y a todos los que quieren el bien de este país les dedico el presente libro, que es duro, que es crítico, que devela actitudes asociales de la sociedad en la que se vive, pero que pretende ser una base para el cambio, y el envión definitivo para perder el miedo.-

Aurelio Nicolella,
Remedios de Escalada, Octubre de 2002


La costumbre y la tradición

El contexto de una persona a veces nos depara sorpresas, en ocasiones agradables o desagradables, ello depende desde que óptica la veamos.
Evidentemente la realidad de ese individuo, tendrá que ver con su condición social, familiar, económica o política. Ello nos permitirá ver si es interesante su contexto, como sinónimo de vida. Ello estribará si la aceptamos para entenderla o la descartamos por ser monótona.
Ahora si dicho contexto es con el fin de analizar una sociedad o un país la cosa se convierte en atractiva, por las distintas variantes que podremos encontrar analizando a dicha sociedad, obedecerá entonces en esa ocasión de cómo veamos dicha realidad, no debemos olvidar que a veces las situaciones de una sociedad o de una nación sirven para comprender su comportamiento, pudiéndose entender entonces todos los pormenores de la sociedad.
En el caso particular de la República Argentina, el hecho de analizar a su sociedad, que no es para nada fácil por lo compleja de la misma ya que la misma se encuentra fragmentada, requerirá aparte un pormenorizado estudio de su historia y de su geografía.
Toda sociedad esta compuesta por costumbres y tradiciones, estos dos factores son los que marcan a una sociedad, digamos la diferencian de otras, porque tanto en las costumbres como en las tradiciones se encuentran la esencia misma del comportamiento de la sociedad o sea su cultura, esto tomado en el sentido amplio de la palabra, cultura, ya que si aceptamos que una de las acepciones de dicha palabra, es que cultura es el conjunto de formas de vida materiales e intelectuales de una sociedad, la visión de sociedad, tradición y cultura se encuentran ligadas entre sí.
Evidentemente en un país como la República Argentina con casi dos millones ochocientos mil kilómetros cuadrados de superficie, existen distintas formas de costumbres y tradiciones, mejor dicho diversas culturas es lógico que en determinada zonas de un país tan extenso se diferencien unas de otras, ya que la geografía al igual que la historia aporta elementos internos o externos a dichas costumbres y tradiciones.
Si decimos que la costumbre que es el modo de obrar establecido por un largo uso y que la tradición que es la trasmisión oral de noticias, hechos acontecimientos, históricos o no de generación en generación. Podemos entonces establecer que ambas cosas costumbres y tradición son necesarios para entender a una sociedad.

El miedo al cambio en la sociedad argentina

En su obra “Miedo a la Libertad” Erich Fromm, nos explica el temor que el individuo sufre a los distintos cambios que se le produce en las etapas que vive y nos habla de la estandarización que el individuo sufre entregando su libertad y su sometimiento voluntario de su propia individualidad a autoridades omnipotentes que lo anulan, podemos entonces encontrar que el miedo a la libertad lleva a una sociedad a un miedo peor, el miedo al cambio. Con ello podemos apreciar que para que el cambio político que necesita la República Argentina, hoy, es necesario el cambio de las actitudes de la sociedad argentina, sostengo que no puede haber “Reforma política sin cambio social previo”, uno podrá ser concluyente en lo que dice, y muy doloroso en sus dichos. Es conocido aunque nunca dicho a boca de jarro que la sociedad argentina no es amiga de cambios, les tiene miedo, precisamente miedo al cambio, es al contrario de muchas otras sociedades la más conservadora de casi todo el mundo, es una nación que no acepta cambios, desconfía de ellos y a veces hasta trata por todos los medios de impedirlos, ello habla a las claras de la poca confianza que hay entre los miembros de la sociedad, una sociedad que desconfía es una sociedad que esta condenada al vacío de futuro y progreso, es que en vez de evolucionar esa sociedad ira involucionando, ira perdiendo poco a poco todos los logros que pudo haber conseguido o a los que estaba destinado a conseguir ya sea por su propia capacidad o por la que gentilmente la naturaleza le haya entregado.
Es muy común que cuando la sociedad argentina comienza a transitar por un camino de cambio, que ha decir verdad siempre han sido pocos por su característica conservadora, esos cambios ya sea de modelo económico, político, social o de otra índole, se comience a añorar la anterior etapa, por más pésima que haya sido o por más mal que le haya provocado a todo el país no permitiendo su crecimiento, esa morriña no permite llegar a concretar ese cambio, ni ningún cambio, siempre salen los detractores u oportunistas que ven peligrar su status social a tratar de llevar a la sociedad a regresar a la etapa anterior y así una vez más lograr el estancamiento del país, cuando lo logran se llaman al silencio a fin de evitar que se los señalen y los culpen, siempre ha sido una constante en la sociedad argentina desde tiempos remotos.

Una sociedad con sus valores al revés

Pero debemos ver que la sociedad argentina actual desde hace unos cuantos años a esta parte se puede ver que la misma tiene virtualmente cambiado los valores éticos, como trastocados, porque esta afirmación, porque ello redunda en la clase política la que tiene que gobernar, es así que podemos ver la desvirtualización de los valores éticos de dicha sociedad, es común escuchar en la sociedad argentina del siglo XXI conceptos tales como “que bien que me atendieron en dicho juzgado, o repartición pública, la verdad es una excepción”, uno se pregunta entonces ¿la excepción no es el juzgado o repartición que nos atiende mal?. Porque la verdad es que el que nos atiende bien es la regla y no la inversa; También podemos escuchar decir “che, no tenes un buen contador que te dibuje los números”, o sea lo bueno en Argentina es sinónimo de malo, de evasión con lo cual no es buen contador aquel que nos contabiliza “por derecha” nuestras cuentas fiscales, diciéndonos lo que realmente debemos pagar al Fisco y no en convertirse en nuestro cómplice. Por ahí se suele escuchar decir, encontrándose arraigado en la sociedad argentina la consolación a la victima cuando sufre un hecho delictivo en su persona es normal decirle “menos mal no te paso nada” cuando realmente si paso algo, fue victima de un delito por más que no se hubiese puesto en peligro su vida.
Pero es tanto la caída de la ética de la sociedad argentina, que hoy lo que ayer parecía inmoral hoy se convierte en moral.
Es común ver como ciudadanos que se dicen honestos, buenos contribuyentes, practicantes de su fe religiosa, compran a veces artículos que saben muy bien que son producto de la apropiación indebida (robadas). Muchos se escudan en el hecho de que de esa forma pueden acceder a dicho artículo o mercadería porque sino deberían pagar más dinero por el mismo. De más esta decir que es una forma elocuente de querer eludir su responsabilidad, en cualquier sociedad quien compra una cosa robada, aunque el dinero con el que se lo hace halla sido legalmente obtenido y háyase pagado los correspondientes impuestos, es considerado ilegal y moralmente un cómplice del ladrón que sustrajo la cosa y le permitió vendérselo. Evidentemente, se parte del hecho en dicha sociedad que de funcionar así se formara una bola de nieve, habrá más robos, porque operara la “ley de la oferta y la demanda”, además que dicha cosa robada puede estar manchada de sangre, ya que pudo haber detrás de ello un hecho delictuoso de homicidio.
Para una gran parte de la sociedad argentina dicha forma de pensar es ilógica, dicha persona dirá “si no lo compro yo, se lo venderá a otra persona, mi actitud no cambiara en nada la situación”, no hay peor pensamiento que suponer que nuestra actitud aunque sea aislada no produzca un cambio, y en cambio la verdad es que si lo produce aunque sea tan pequeña como un grano de arena.

El síndrome de la victima

Otro factor importante y el que más irrita es lo que llamo el síndrome de la victima, es muy común en la sociedad argentina escuchar decir ante el hecho de haber sido victima de un delito que le digan “pero vos también, salir a esas horas por la calle”, “pero como se te ocurre ir en bicicleta, como para que no te la roben” cada vez que se lo repiten ya sea en la seccional policial cuando formula la denuncia, o cuando lo cuente a los familiares o amigos, del hecho seguramente se lo repetirán. Imaginemos por un momento un caso de violación a una mujer, en donde podremos apreciar las varias veces que será violada la dicha mujer, nada más que por el concepto machista que invade a nuestra sociedad, primero será por lógica cuando se comete el hecho ilícito, pero después vendrán las peores violaciones las violaciones psíquicas que le hará la propia sociedad, cuando denuncie el hecho ante las autoridades, porque seguro desconfiaran si presto conformidad o provocación al acceso carnal creando duda al interlocutor, después seguirá la violación ante el médico forense, después ante el tribunal que juzgara al violador donde ella deberá prestar declaración haciendo el relato del hecho ilícito, más aún deberá soportar las preguntas del abogado defensor, del fiscal y de los propios jueces, sin dejar de pensar que pueden pensar de ella por el hecho de que hace rato viene siendo violada, pero en forma síquica. Realmente un hecho escabroso, que demuestra un cambio que debe tomar la sociedad.
Ni que decir entonces de las pequeñas conductas como el manejo y comportamiento de los automovilistas, o las in-conductas abusivas que demuestran una verdadera ignorancia al prójimo.
Los ejemplos pueden abundar y seguramente el lector tendrá miles de anécdotas para contar, ya sea como protagonista o como observador
Es que las malas conductas de una sociedad por más pequeñas que sean ocasionan grandes perjuicios con el correr del tiempo en esa misma sociedad, porque entonces lo prohibido se convierte en costumbre y luego la costumbre es ley, aunque no este escrita y sea perjudicial a la sociedad.
Lo que importa es la reflexión, porque todas estas conductas reflejadas en la política de una sociedad, son las que van a llevar a decir al foráneo si esa sociedad camino por el bien o camina errada, es común escuchar de algunos políticos o partidos políticos que “roban pero hacen” eso demuestra que la sociedad en cierta forma es cómplice del político ladrón ya que permite dichas actitudes más todavía es contemplativo, por lógico no nos queda otra cosa que decir que esa sociedad esta corrompida.

El político argentino

Ahora miremos un poco al político argentino, dicho político el actual, por lógica es producto de la sociedad argentina presente, porque de la sociedad salen los policías, los médicos, los arquitectos, los abogados, los maestros, los sindicalistas, etc... con sus aciertos y desaciertos, con su moral y su inmoralidad. Por lo tanto en una sociedad sana es difícil que prive mayoría de políticos que no representen a la sociedad es siempre a la inversa, lo mismo con todas las actividades profesionales que se desarrollan en dicha sociedad. Por lo tanto el patrón es que la sociedad si es corrompido el político será corrompida, con lo cual por más que nos dolamos nosotros los ciudadanos somos lo creadores de la criatura el político corrupto, de las entrañas de nuestra sociedad es de donde salen, por nuestra indiferencia ya sea por acción o por omisión o por ambas es donde se perfeccionan para el mal del conjunto de la sociedad, violando el pacto entre gobernante y gobernado.
El caudillismo argentino nace con un fuerte “personalismo”, con ideas mesiánicas de irrealizables concreciones, además tiene un fuerte basamento “paternalista”. El político argentino de hoy conserva muchas de esas características, escucharlos y verlos en sus actitudes pareciera que nos remontáramos a dichas fechas de las luchas de la organización nacional, además en sus oratorias se pueden apreciar que siempre tienen las soluciones del país.
Pero dar un lindo discurso de barricada política es una cosa y otra muy diferente la realidad a la que tiene que amoldarse dicho discurso.
El personalismo es una particularidad del ser humano en creer que todo lo puede, que todo gira alrededor de él y a través de él se encuentran todas las soluciones, una especie de “Rey Sol”, por lógica es egocéntrico, no admite ninguna teoría ni menos ninguna equivocación, siempre tiene una excusa adecuada o pretende darla.
El paternalismo es una conducta que desarrolla el ser humano y que tiene dos genialidades fundamentales y únicas; la primera que se cree el dueño absoluto de todo lo que lo rodeada, se siente el “pater familia” de todo su grupo o entorno. La segunda característica es que se interpone al crecimiento del individuo al que pretende proteger, tanto en lo intelectual como en lo moral e incluso llega a negarle esa posibilidad haciéndole creer, que no si el no lo podrá lograr, necesita que crea que necesita de él para todo, principalmente para cuidarlo, es igual a lo que sucede en la etapa primera de la vida de un infante.
El político argentino, como dijimos, tiene en gran medida remembranzas del caudillismo que sufrió la Argentina en el siglo XIX, a decir verdad ese caudillismo jamás desapareció de la clase dirigente argentina podemos decir que en el periodo de la generación del 80 (1853-1916), quedo como amortiguada, pero renació en la primera presidencia de Irigoyen (1916-1922) y se acentuó renaciendo como el ave fénix durante el periodo peronista 1943-1955, para ya nunca abandonar a la clase dirigente, es más ser dicha conducta parte un “modus operandi” del la personalidad del político. Es poco probable que los integrantes de la sociedad argentina voten a un candidato que en vez de prometerle soluciones inmediatas, le manifieste que es necesario para un futuro venturoso el sacrificio de hoy, en cierta manera a la sociedad argentina le atormenta el sacrificio, aunque ello conlleve a un beneficio futuro.

El corporativismo en la sociedad argentina

En la sociedad argentina se da un fenómeno que debemos denominar el corporativismo argentino, este singular fenómeno se encuentra enquistado en todos los extractos de la sociedad. Es común que nunca uno vea a un juez, a un policía, a un periodista, a un médico, un propio empleado, etc... hacer una critica por la conducta, ya sea ética o de violación de alguna norma, de algún colega suyo, es más, tendera a defenderlo y justificarlo ante terceros, entonces se crea un principio sagrado en la sociedad argentina, que no se puede violar sino se será considerado como un traidor, un paria que reniega de su condición, un mal compañero o camarada, dicho principio nefasto, es que “nunca se delata a un camarada, porque es un colega, un compañero”. Esta actitud que se ve en Argentina, ha llegado a perjudicarla mucho, tanto que, lo que se consigue es que se generalice a todo un gremio de profesión, porque toda institución, profesión o magisterio debe tener sus anticuerpos para eliminar, acorralar a la oveja negra, por lo menos es eso lo que sucede en cualquier sociedad civilizada. Pero ello dista de ser así en la sociedad de la República Argentina. Es que en dicha sociedad, esos anticuerpos no pueden existir, en pocas palabras, no se conseguirá que de parte de un compañero colega pueda existir una denuncia ha quién de su mismo gremio o trabajo delinque, es que como dijimos anteriormente seria un sacrilegio descubrir a un compañero en una situación “non santa” y denunciarlo ante las autoridades, tanto penales como institucionales. Desde niños los argentinos se ven enseñados por sus propios padres y mayores a que nunca se delata a un amigo. Situación esta muy distinta en otras naciones del mundo, en donde no esta mal visto, al contrario es una obligación hacerlo, es como una purificación para la sociedad.
Ese cooperativismo mal entendido por los integrantes de la sociedad argentina, perjudica y lleva a algo mucho más grave “la corrupción” de donde es difícil salir.

Investiguen a la victima

Es común en la sociedad argentina que ante un hecho delictivo que sufre una persona, se comience investigando primeramente a la victima y no al victimario, es normal escuchar decir “...en algo estará metido...”, “por algo será”..., “...en que andará metido...”, los investigadores procurarán dar prioridad a ello. En otros países la investigación se centrara en las pruebas, en el entorno de la victima y del victimario pero en Argentina no, primero la victima, como si la victima pueda ofrecer develar al investigador las claves del hecho delictuoso, como si pudiera hablar, acusar y defenderse. Un caso común es ver que las compañías de seguros de automóviles en Argentina, ante el robo que sufre una persona dicha compañía de seguro comenzaran investigando a la victima del robo automotor o sea al asegurado, su propio cliente, y no centrara la investigación hacia él recupero del patrimonio de su asegurado cliente.
En esto se puede apreciar que en la sociedad argentina toda persona es culpable (de su destino) hasta que pruebe lo contrario.
Que demuestra ello, una sola cosa, la insolidaridad que en la sociedad argentina se encuentran en grandes cantidades, implementadas desde hace un par de décadas, como para no decir desde siempre.
Ninguna sociedad puede sobrevivir a este flagelo, ya que una sociedad tiene precisamente uno de sus sostenes en la confianza, confianza al estado, confianza a las instituciones, confianza en su gente, sin ello entramos en la desconfianza y precisamente la desconfianza es la punta del comienzo brutal de la desintegración de una sociedad.
Muchas personas que llegan a la Argentina a estudiar su sociedad, llegan siempre a la conclusión cuando se encuentran en este punto, se preguntan ¿porque en dicha sociedad se desconfía de la persona que es victima de un delito o de un hecho?, ¿No es precisamente que la sociedad debe proteger, cuidar, dar respuesta y solucionar la dificultad que tuvo que atravesar dicha persona?, ¿No debe esa sociedad garantizar a dicha persona el derecho de considerarlo victima y no victimario, dando vuelta los papeles?.
Uno podrá encontrar la respuesta en la composición de la sociedad argentina, a veces no se quiere tocar dicho tema por temor a herir susceptibilidades y ello precisamente hace que el problema de dicha conducta no se solucione.
La Argentina nace con una clase social que desde él vamos fue totalmente emergente, emergente fue su descubrimiento y conquista por los españoles ya que estos buscaban solamente la Ciudad de los Cesares, enriquecerse e irse, emergente también fue su independencia de la metrópoli ya que solo se buscaba realizar mejores negocios sin la tutela de España con el fin de que la clase burguesa y acomodada se siguiera enriqueciendo aún más a costa de los desdichados habitantes, emergente fue también la fuerte inmigración europea, el único afán del inmigrante era hacerse la América y volver, entonces esta falta de arraigo a la tierra hacer ver que dicha población se encontraba alejada del poder, ya que no le interesaba y por ende al no interesarle, no poder conducir su destinos, ¿porque ello?. Basta ver que desde el conquistador español, los criollos, los gauchos y después los inmigrantes ninguno tuvo arraigo a la tierra en donde se encontraba, al contrario la despreciaron, despreciaron su entorno y su posibilidad en ella de progreso y de la realización de una sociedad mejor, el único fin siempre fue el despojo.
Despojo el conquistador ya que no era colonizador, empezándose a llevar sus riquezas, despojo el gaucho en el campo ya que no era dueño, no-tenia dominio de la tierra en donde se movía, o sea no le pertenecía, despojo el inmigrante ya que no se afinca con todo su espíritu en su nueva tierra.
Para una sociedad es necesario el compartir, el programar, pensar y forjarse, el proyectarse al futuro, como se proyecta un ser humano al tener hijos, o sea a perdurar en el tiempo. Pero en Argentina no sucedió eso fue al contrario como dijimos, se tendió y se tiende a destruir no construir. Entonces vemos que existe desconfianza entre todos. Uno lo puede ver cuando una persona le entrega un cheque a otra, su primera actitud es desconfiar “no me quiere joder”, y siempre le preguntara ¿tiene fondos, no?; en cualquier sociedad civilizada el hecho de que se le entregue a uno un cheque es sinónimo de que dicha persona goza de un buen bienestar económico y es responsable o al menos así lo cree la institución bancaria que le da la posibilidad de emitir cheques. Es cierto, y no podemos dejarlo de mencionar que si en dicha sociedad el cheque no tiene fondos provistos para hacer frente, evidentemente esa persona se la vera muy mal, será procesada y seguramente pasara algunos años en prisión, en la sociedad argentina desde luego eso no pasa, es que es tan común. No es raro que el Banco Central tenga cada tanto que sancionar una amnistía con el fin de poder incorporar nuevamente a dicha personas en el sistema financiero y bancario. Con esto se ve que en dichas sociedades el peor delito es la estafa, porque cuando se estafa el estafador vulnera y viola la buena fe de la victima, Y UNA SOCIEDAD, SE MANTIENE Y CRECE EN LA BUENA FE DE SUS INTEGRANTES.
Por lo que se ve en la sociedad argentina esto funciona de distinta manera. Ello ya viene desde antaño de las conductas de las propias capas sociales que poblaron e hicieron este país que llamamos Argentina, es que como ya dijimos desde el Conquistador que vino solamente a despojar estas tierras de su riqueza, al Criollo que solo pensó en el poder económico que le deparaba su autonomía, el Gaucho, con su forma de ver su no pertenencia a la tierra y que por naturaleza debería ser o tendría que ser el representante más genuino del ser argentino, y que como sabemos hoy ya no existe, siempre fue despreciado y condenado por los otros estamentos contemporáneos de la sociedad que le toco vivir.
O el Inmigrante el otro gran componedor de la sociedad argentina, siempre pensó, y sus hijos y nietos lo siguen pensando, en que su paso en esta sociedad (la argentina) era solo pasajera y con un fin bien determinado “hacer la América” y el retorno al terruño.


La clase dirigente argentina

En la sociedad argentina la clase dirigente, no escapa a la general de la ley. Con ello podemos ver que también no se encuentra cumpliendo el rol que debe desempeñar. En general el dirigente político argentino es un gran ilusionista, trata de vender una imagen de honestidad, sacrificio, valor y trabajo. Pero como uno sabe la política es el arte de lo imposible. Es común que el político mienta, es hasta se puede decir el pilar fundamental de su profesión. Nunca un político ha ganado una elección no haciendo una promesa a su electorado, aún Winston Churchill en su famosa frase durante la Segunda Guerra Mundial dijo que venia a traer sangre, sudor y lagrimas. Pero la diferencia es que el político argentino promete aún más, cree que es un Mesías, que ya estaba predestinado desde el seno de su madre a guiar a su pueblo a la felicidad y a los grandes logros. El se cree que la mentira en política no es mentira, no es una falta a la verdad. Ello tiene que ver con aquello de que el caudillo no se equivoca jamás, porque tiene algo de divino. Entre la clase dirigente argentina y la de los países llamados centrales, la diferencia es abismal, es muy conocido el ejemplo que se pone de manifiesto cuando un político de otro país miente siempre esa mentira es una mentira con el fin de aportar un provecho venturoso a la sociedad que representa o gobierno, ya que siempre el político al ser elegido se encuentra un paso delante de la sociedad, en fin por eso se lo elige, porque esta capacitado evidentemente y una vez que se logro es provecho la mentira pasa a segundo plano, que aunque parezca doloroso decirlo “el fin justifica los medios” tal como Nicolás Maquiavelo, nos dice en su obra “El Príncipe”, un ejemplo catedrático que siempre es bueno apreciar en el caso de del Presidente estadounidense del siglo XX Theodore J. Roosevelt; Durante el segundo conflicto mundial del siglo XX, era sabido por el presidente de Estados Unidos que su pueblo no quería entrar en una conflagración mundial, ya estaba el antecedente de la primera guerra mundial en donde el estadounidense no sacó ningún provecho de ello, solamente muertos y sobrevivientes mutilados, y una economía que comenzó a decaer llegando su pico más bajo con la crisis del año 1929, entonces se les presentaba al ejecutivo estadounidense como hacer cambiar a esa sociedad de que ingresar en la guerra reportaría a lo largo suculentas ganancias a la nación, solamente a través de una mentira, era sabido desde mucho tiempo antes que el Imperio Japonés atacaría la base de Pearl Habor en Hawai, esa información se oculto con el único fin de que una vez que sucediera el hecho, del ataque japonés a la base naval, el pueblo norteamericano sé volcaría a la guerra y con ello sé activaría la poderosa industria bélica militar, que luego serviría en tiempo de paz para proseguir creando riquezas y dando continuación al programa de crecimiento de los Estados Unidos el “New Deal” y por otro lado dando ocupación a los miles de soldados del frente de guerra una vez concluida la conflagración mundial, comenzando así una dependencia de todo el orbe por parte del gran país del norte.
La diferencia la encontramos en que el político argentino también miente pero, su mentira no es para un provecho general, que pueda beneficiar a la sociedad en el futuro inmediato, sino que para su provecho propio y/o para el contubernio que lo sostiene en el poder y le garantiza impunidad. Por lo tanto el político argentino en su afán de mantenerse en el poder, ya que es la única forma por la cual mantiene la impunidad, no tendrá empacho de mentir o crear diversos contubernios.


El sindicalismo argentino

Uno de los fenómenos recientes que se da en la clase dirigente argentina es la de los sindicatos, una definición sobre ello es que en Argentina “los sindicatos son de orientación derechista con un fuerte contenido burgués”, siendo el único país en el mundo que posee una dirigencia sindical que sea de esa inclinación política, es común ver en los sindicatos argentino saco y corbatas en vez de mamelucos de trabajo. Es que es un caso único ningún país del mundo posee su Confederaciones de Trabajadores de esa orientación.
Uno puede ver en la actuación de los delegados sindicales, que se comportan dentro de dicho gremio como si fueran los dueños y patrones del mismo, en donde los trabajadores serian sus empleados y no sus camaradas o compañeros a los que le deben, rendir cuenta de su gestión y además guardar y velar por sus derechos como clase laborativa. Es común que la clase dirigente sindical realice a espaldas de estos, arreglos y prebendas con la parte empresaria y que casi siempre dichas negociados sena ignorados por sus representados, los cuales desde ya ni participan en los mismos.
La estructura sindical argentina carece de contenido democrático, es más, el trabajador no es llamado a participar, ni siquiera a opinar, su voto se encuentra cautivo siempre por la decisión de los jerarcas de presentar listas únicas o listas paralelas, cometiéndose así grandes abusos contra los propios agremiados, sin contar que dichos jerarcas posen fuerzas de choques para amedrentar a sus posibles oponentes y disidentes, con lo cual podemos ver que la participación de las bases es completamente nula, no se pide consejos, ni tampoco se la hace participe de ni siquiera las mínimas decisiones, jamás un trabajador tendrá acceso al presupuesto de su gremio o sindicato, con el fin podemos ver que la clase dirigente sindical es una típica estructura verticalista.
Otra cuestión que caracteriza importantemente a los sindicatos argentinos es la que podemos ver es la connivencia entre la clase dirigente sindical y la política de turno, siempre la primera tratara de arrancarle a la segunda la seguridad de continuar son sus privilegios, lo que deberán ser intocables y en caso de que el gobierno de turno pretenda implementar cambios, la estructura sindical comenzara entonces una “lucha” invocando a los trabajadores a un movimiento trabajador para forzar y doblegar al gobierno de turno a dejar sin efecto los cambios a introducir en el área sindical, entonces se vera como funciona el “verticalismo sindical”.
En el ámbito internacional ya sea en los organismos internacionales como la OIT u otro organismo que nuclean a sindicatos de varios países, dichos sindicalistas argentinos no son bien vistos, ya que se los consideran como personas sin liderazgo real, carente de solidaridad propia y ajena, no comprometida con la lucha de la clase trabajadora, sin conocimiento de ideales a los que seguir y propensos a traicionar mas que a su colegas internacionales a sus propias bases, los trabajadores, en provecho propio. Es común escuchar en dichos ambientes internacionales la siguiente frase que: “En Argentina hay trabajadores pobres y sindicalistas ricos”. Ello debido a la forma ostentosa en que viven estos últimos.
Esta claro que los jerarcas sindicales usan la estructura sindical con el fin de proyectarse políticamente, en común ver a un delegado sindical presidiendo su sindicato y a la vez ser diputado, senador o ejercer un cargo público en los distintos poderes ejecutivos, tanto nacional como provinciales.

Las instituciones argentinas

Una vez un gran político extranjero que visito la República Argentina, al regresar a su país, fue contundente cuando le pidieron que concepto le merecía el país sudamericano, el dijo tajantemente: “En la Argentina no se respeta la ley”, su interlocutor no necesito ninguna explicación para poder entender, que era una sociedad, la argentina, seguramente para no vivir, pues allí no se acataban las leyes, que toda sociedad se da para vivir en armonía.
Juan Bautista Alberdi, el padre del constitucionalismo argentino, manifestó en su libro Las Bases... que “La Constitución es el instrumento de la felicidad de un pueblo. El pueblo de este país es incapaz de regirse por una Constitución. Por lo tanto si, si este país quiere ser feliz debe cambiar de pueblo”. Debemos mencionar que Alberdi también fue contundente en su afirmación, no deja dudas, el problema es el pueblo o sea la sociedad, y como se ve ese pueblo, esa sociedad necesita ese cambio, necesita perder ese miedo.
Hasta el propio Charles Darwin afirmo al visitar la Argentina en 1833 refiriéndose a la sociedad argentina que “los habitantes respetables del país ayudan invariablemente al delincuente a escapar, parecería que el hombre ha pecado contra el gobierno y no contra el pueblo”, una vez mas vemos como el desprecio a la ley persiste ya desde antaño en la sociedad argentina. Es que al no respetarse la ley, la norma, no se puede respetar las instituciones, matemáticamente podemos decir y no nos equivocamos que las instituciones están hechas de normas, normas que debemos cumplir a rajatabla, sino de lo contrario las instituciones no perduran.
Ahora uno se pregunta porque en la Argentina hay un desprecio total hacia las instituciones, sean públicas o privadas, debemos entender que en la República Argentina existe una situación generada por la no credibilidad de las instituciones de añeja data que conforman la sociedad, ello se funda en el hecho que las mismas, no están integradas por lo más idóneo de la sociedad. Muchas veces porque el ciudadano que es capaz intelectualmente y tiene aptitudes natas para ocupar algún cargo en la administración, no quiere ya sea por temor o por decisión inteligente ser parte del “establishment” que conforme las distintas instituciones argentinas. Algo parecido sucede con los extranjeros que habitan como residentes permanentes en Argentina, ellos no creen en las instituciones argentinas por tal motivo es común ver que no solicitan la ciudadanía argentina, los pocos casos que se encuentran son ya sean porque emigraron en Argentina por razones humanitarias, los llamados casos “apatridas” o porque algún trabajo en el estado argentino requería como condición primordial poseer la ciudadanía argentina; el caso es totalmente diferente con lo que acontece en los Estados Unidos de América del Norte en donde el objetivo primordial de cualquier extranjero, aunque este tenga la residencia para vivir y desarrollar su industria, es la de obtener la ciudadanía estadounidense”, es que con ello es como si se sentiría una parte primordial de la sociedad.


El funcionario público argentino

El funcionario estatal en la sociedad argentina es lo que se llama “hommo statalis platensis”, es un espécimen que solo se reproduce y evoluciona en la República Argentina, además este es en el único lugar que se lo puede ver, evaluar y estudiar, se nutre de esa misma sociedad de la que nace, y a la vez esa sociedad es la permisiva de que dicha especie evolucione.
El funcionario estatal argentino, se cree que no es un servidor de la sociedad, que no se debe a ella, y a ella es no le tiene que responder, sino cree que es una persona que se encuentra haciendo un favor, una especie de cenicienta que alegra la fiesta, y que, a su vez es incomprendida por dicha sociedad.
Se cree un experto en lo que hace y además piensa que es omnipotente, que eso le da autoridad sobre la gente que debe atender, pero jamás servir.
Pero la realidad es que en el mejor de los casos es un mediocre, que nunca tratara de superarse, que siempre tendrá un “no” o un “pero” para trabar y llegar a infernalizar el trámite del pobre ciudadano y contribuyente, es que para el funcionario público el ciudadano-contribuyente es “ese tipo”, alguien molesto con problemas, puede ser un número, un legajo, o una atención, o en el mejor de los casos traducido al argot -una coima, pero nunca será un ciudadano con derechos constitucionales, o el que gracias a dicho ciudadano percibe su sueldo y tiene su puesto de trabajo.
Siempre tratara que salga a relucir la lucha de clase ya que considera subjetivamente que el contribuyente es su opresor, el que le trae trabajo y problemas y no el que le paga su salario para poder subsistir.
Pero la sociedad lo permite y lo tolera y hasta se escucha decir “que bueno seria tener un puestito en el estado, así tenes unos mangos seguros todos los meses”, parece irónico pero es real, a veces el que critica, termina queriendo hacer los que el otro hace.
Es estatal argentino siempre le incomoda el trabajo, el perfeccionamiento y por ende evita la innovación, le teme y la condena, se escucha decir: “es mejor seguir como seguimos”, lógico no vaya a hacer cosa que se pierdan los privilegios que se tiene. Ello es un indicio que el empleado estatal en la sociedad argentina vegeta, porque no produce y por ende no da vitalidad a la sociedad con el trabajo que no realiza y que al no hacerlo perjudica a toda esa misma sociedad que le abona como dijimos a través del pago de sus impuestos su manutención, permitiendo que no fuese un desempleado más.
El empleado estatal es una gran carga precisamente pública para la sociedad, por los gastos que le origina mantener el hecho de tener dicho aparato, que como dijimos no produce sino que paraliza. Con ello no es que se pretenda eliminar a la clase estatal de la sociedad argentina, no, los empelados públicos son necesarios para el estado y para la sociedad toda, pero si debiera ser eficiente, desde todo punto de vista, porque sino es una gran agujero negro por donde desparecen grandes recursos monetarios que el mismo estado puede aprovechar en otras áreas de la sociedad.
Una muestra y hecho curioso es que los Estados Unidos de América con una cantidad de doscientos ochenta millones de habitantes tiene alrededor de dos millones de empleados públicos ya sean en el gobierno federal, estadual o comunal que incluyen los entes públicos de los tres niveles, empresas públicas, poder legislativo y judicial, o sea el cero coma setenta y cuatro por ciento del total de la población, mientras que la República Argentina con casi treinta y siete millones de personas tiene algo más de tres millones de empleados públicos en todas las áreas o sea el ocho coma diez por ciento del total de la población. Clarificando un poco en los Estados Unidos de América del Norte hay un empleado estatal casi cada cien personas y en la República Argentina cada cien personas hay diez que son empleados estatales. Viendo estas cifras uno puede comprender lo del gasto fiscal, y porque los Organismos Internacionales son tan reticentes a ayudar a la República Argentina. Es que es difícil desarrollar un plan económico, social y político con tamaño gasto fiscal, por ende no se puede desarrollar un real gasto social, o sea medicina, educación y seguridad entre otros para los que menos tienen. El estado argentino para poder sufragar dichos gastos fiscales, recurre siempre a lo más fácil aumentar impuestos y tasas públicas. Es imposible con ello que se pueda realizar una política de gobierno de crecimiento. El aparato estatal siempre se lo impedirá, es lo que se llama vulgarmente “la maquina de impedir”.


El país del “no te metas”

La sociedad argentina tiene una particularidad, el penoso “no te metas”, son tres palabras que han hecho que una sociedad cayera en un vació sin retorno. Pero de donde nace el “no te metas”, para averiguarlo debemos rastrear en las entrañas profundas de la sociedad argentina y empezar por la época de la conquista para desembocar en la inmigración. En los albores de la conquista española podemos ver que el conquistador vino a apresar más que a conquistar, léase a depredar en todo caso, a llevarse las riquezas de dentro de la tierra, por lo cual nada lo atraía más que lo material, no había arraigo hacia la tierra, solo desprecio y provecho propio, el único fin era el de acumular grandes riquezas.
En el caso de los inmigrantes que llegaron a la argentina en el siglo XIX y en el siguiente, lo hacía también con un mismo fin, entonces igual que el conquistador ibérico venían a llevarse sus riquezas, nunca existió un nexo de unión y pertenecía entre inmigrante y país acogedor como lo pudo haber en los Estados Unidos de América, siempre fue nulo el sentimiento de pertenencia a la sociedad tanto en el conquistador como en el inmigrante, con lo cual este último, el inmigrante, venia con un solo fin “El de hacerse la América”, la América para el inmigrante de esta parte del continente americano significaba dinero y prosperidad para poder volver a su tierra de origen, rico y con poder afín de demostrarle a sus paisanos que era una persona exitosa, igual actitud siglos antes realizaba el conquistador. Por lo tanto el inmigrante siempre creyó y nunca lo dejo de pensar que su paso por estas tierras era provisorio, y que por lo tanto no debía arraigarse al mismo, ello conlleva a no comprometerse con el país y ello, esa actitud y ese pensamiento fue inculcado a sus hijos, la principal enseñanza a sus hijos de parte de sus padres inmigrantes fueron “no te metas, porque este no es tu país”; aquí vemos como el propio inmigrante le enseña a su descendencia a no comprometerse, evidentemente el hijo nace ya con un no compromiso de pertenencia a la tierra donde nació y probablemente transcurran sus días sobre esta tierra al igual que su padre inmigrante.
Al comprender esto es fácil intuir porque el argentino nativo menciona palabras como “este es un país de mierda”, “no veo la hora de tomármelas de este país”, “que país bananero”. Invariablemente se nota que cuando en una sociedad no se halla el nexo de pertenencia entre persona y su contexto no existe sociedad, por lo menos conformada y eso es quizás lo que ocurra en Argentina.


El País de los falsos ídolos

En la sociedad argentina se tiene otro fenómeno, la cultura de los falsos ídolos, es como hablar de una falsa religión, uno puede llegarse a preguntar ¿qué es ello?, Es la situación que se plantea cuando en una sociedad en este caso como la argentina se aferra en falsos valores, en modelos que no son reales ni ejemplares; así encontramos a deportistas que son ídolos pero llevan una vida desordenada, consumen toda clase de tóxicos, siendo estas actitudes oponibles a lo que un real ídolo debe ser, estas condiciones son comunes por lo que se han generalizados, son lo que se llama vulgarmente “la regla” y “no la excepción”. En la República Argentina es común verlo. Incluso esta circunstancia más allá, se da en la misma religión, cuando esta debe ser un camino de ligar al hombre con el ser supremo, es común ver en la sociedad argentina como proliferan en una forma asombrosa cultos, sectas, manosantas, pseudo-religiones orientales, occidentales y de las otras. Estos falsos profetas o falsos sacerdotes, creen en algunos casos que están llamados por la divina gracia a conducir a sus semejantes por el camino de la verdad y que casi siempre esa verdad suele ser económica o sea en provecho propio, soyugando a las personas, limitándolas a pensar y en algunos casos a convertirlas en autómatas, aquí se puede apreciar entonces como otra vez la sociedad argentina se encuentra sometida al paternalismo, es que esta sociedad es difícil no ver en distintos estamentos de ella que los patrones se repiten, ello es siempre una constante.


Mañana no se trabaja

Nadie puede negar, por lo menos el que conoce la sociedad argentina o la haya estudiado, que una de sus virtudes no es la de trabajar precisamente, en Argentina el trabajo no dignifica, por mas que dicha frase haya sido usada en miles de oportunidades por los políticos argentinos. El argentino es muy afecto a los feriados y días festivos, si no los hay, los inventa. Con lo cual la constante es cuanto menos se puede trabajar mejor. Se cuenta que en la década del setenta durante los días en que la Argentina se encontraba enfrentada con la Republica de Chile por temas referentes a la territorialidad de ambos países, la inteligencia militar chilena a través de las investigaciones realizadas por un General, este había recomendado a sus superiores que de producirse una invasión militar en territorio argentino esta fuera hecha en días sábados, domingos o feriados, debido a que los argentinos eran tan afectos a su descanso que por nada del mundo dejarían de tomárselos, aunque quienes debían estar cumpliendo con su deber en su puesto de vigilancia, seguramente se encontrarían relajados y sin apoyo del resto de la sociedad ya que estos se hallarían festejando los feriados, ello daría, por lógica, grandes posibilidades de triunfo a las tropas chilenas inclinando así la balanza para el lado de Chile en caso de llegar a la guerra.

El asistencialismo en la sociedad argentina

Este fenómeno de realizar siempre el menor esfuerzo posible, es producto de la cultura rioplatense, es que en dicha cultura se encuentra arraigado “el fenómeno del asistencialismo”, en donde el Estado debe velar por uno, con este proceder también se dan muchas injusticias las cuales terminan siendo siempre nocivas para la sociedad. Del asistencialismo siempre termina adueñándose para su provecho personal el gobierno de turno, los distintos partidos políticos a través de sus punteros o caciques, que siempre harán valer los deseos de sus jefes o mandamás políticos.
Es que el asistencialismo en la forma en que se plantea en la República Argentina siempre termina siendo corrupto; no es que no deba existir en una sociedad “el asistencialismo”, este a veces es necesario para las clases más desprotegidas de la sociedad y cuando se realiza siempre en el interés común y no en el interés de determinadas personas termina siendo un noble ejercicio que establece que la sociedad misma se auto proteja.
Las sociedades que así lo realizan se encuentran transitando el camino correcto, en cambio las que no se condenan al fracaso y al ostracismo.

El Cambio puede darse en la sociedad argentina

No todo esta perdido en la sociedad Argentina, uno podrá pensar que con el análisis hecho hasta aquí, es difícil que la República Argentina pueda salir adelante de su ostracismo, ya dijimos que el camino es difícil, que hay escollos, hay interés nefasto que lo único que pretende es tratar de impedir ese cambio, cual es el medio que utilizan estos personajes, es muy sencillo el infundir “el miedo”, miedo a que si la cosa cambia, nos encontraremos en una situación sin salida, miedo a que es mejor lo conocido que lo por conocer, por eso es tan común escuchar “mejor que todo siga igual, si no....”.
Ese pensamiento, gracias a Dios no es el que la sociedad en general cree; es como dije de una cierta porción de esa sociedad, que lo que pretende es no perder sus beneficios, no olvide que esa porción es como la garrapata en un perro, necesita del perro para seguir viviendo, por lo tanto sabrá cuando, como y donde deberá frenar la sangría de su victima, para luego proseguir chupándole la sangre; así es el caso argentino, tan desgarrador y cruel. Pero debe darse cuenta esa sociedad, por sus propios medios, de que puede salir, de que puede encontrar el camino, la luz. Como se hace eso, por medio de la educación, una de las frases más conmovedoras que se hayan podido escuchar de la historia argentina fue la que dijo un ex Presidente de la Nación mientras se encontraba exiliado en la República de Chile, Domingo Faustino Sarmiento “hay que educar al soberano”, la frase sarmientina tiene todo un concepto de lo que una sociedad debe ser, soberano es el pueblo que si es educado sabrá como dilucidar y encaminar su destino. Nadie puede hoy negar que en la República Argentina se encuentra el pilar más importante en el que se sostiene una sociedad totalmente fragmentado y destruida ella es la “educación” La Argentina es el país en donde menos se ha invertido en educación en los últimos veinte años, es que Argentina ya no es La Meca del estudio de Latinoamérica, no hay que olvidar que hasta europeos y americanos del norte venían a estudiar, aprender y adquirir conocimientos, de todo eso poco y nada queda hoy. Pero esa clase “dominante de hoy” lo que pretende es precisamente que ese pilar “la educación” se desmorone definitivamente, el fin, es sencillo a una persona ignorante es más fácil infundirle “miedo”, es más fácil dirigirla, hacerla equivocar, manipulear su destino y lo peor “explotarla” en provecho propio.
Ello es así, aunque la verdad duela, “hoy la sociedad argentina esta manejada por un grupo de poder, que la manipula a voluntad”. Ese grupo de poder es el famoso “Poder Oculto” la reunión y concentración de autoridad en unos cuantos, ese poderío es económico, si con ello alcanza, no hay dudas, es que hoy día en día, en el mundo globalizado y capitalista en que vivimos, para dominar a una sociedad, un país o una región del globo terráqueo no es necesario como antaño la fuerza, pero si en cambio el dinero. “Hoy quién posee dinero posee derecho sobre su prójimo”, y ese dinero no se encuentra en determinados países, ese poder económico lo hallamos en las grandes “Corporaciones Multinacionales”, y de seguro que en las pocas manzanas de Wall Street, en las multipromocionadas reuniones del “Foro de Davos” en Suiza, o en las reuniones de trabajo del “Fondo Monetario Internacional” se decide el futuro de muchas sociedades y entre ellas la de la República Argentina
Pero hay algo que persiste a través del tiempo y es el elemento humano, de la sociedad argentina, el se encuentra intacto, el gran problema de ello es que debe ser más participativo de su propio destino, debe dejar, que terceros quieran o deban dirigir su camino. Es el gran momento de tomar lo que llamo “Las riendas de la historia”, empezar a ser los trabajadores del destino de esta sociedad, el reto no es fácil pero tampoco es difícil. Hay algo que siempre falto en los integrantes de la sociedad argentina o al menos nunca se pudo divisar, es la “voluntad”, la voluntad en una sociedad es el arrojo, el atrevimiento, el arranque, el ardor de cambio, el querer y darse cuenta que se puede estar mejor, que se puede progresar y ser como se dice artífices de su propio destino.